Centenario de la concesión del Premio Nobel de Medicina a Santiago Ramón y Cajal
Este año se cumplen cien de la de la concesión a Santiago Ramón y Cajal del Premio Nobel de Medicina. No han sido muchas las voces que se han alzado a lo largo de estos meses para recordarlo, pero aún queda tiempo (no será hasta el 10 de diciembre cuando se cumpla el aniversario de la entrega del premio). Hoy en Heraldo de Aragón, dentro del enjundioso repaso que Antón Castro hace a la programación artística y cultural aragonesa para este curso, se anuncia la muestra que recogerá el Centro de Historia de Zaragoza acerca de este importantísimo centenario. El cartel de la Feria del Libro de Zaragoza de este año, obra de Chema Lera ©, ya recordaba la efémerides.
Rescato ahora el texto que construí en su día para El Cronista de la Red (versión 8.0):
Santiago Ramón y Cajal tiene cincuenta y cuatro años cuando le entregan el Premio Nobel de Medicina, el 10 de diciembre de 1906. Su éxito, esforzado, trabajado y muchas veces torpedeado y negado, no deja de contener evidentes paradojas vitales y profesionales, seguramente porque su arrolladora e inquebrantable voluntad y su brillante inteligencia en buena manera las provocaron. A lo largo de esos más de cincuenta años de vida, cuántas cosas se habían sucedido, cuántas instantáneas acudirían acuciantes a la mente de Cajal mientras los discursos y los parabienes se sucedían en una ceremonia rimbombante, que a él le importaba poco y a la que estuvo a punto de no acudir. Seguramente por dos razones: una, porque el premio se lo habían concedido a medias, o sea compartido con el italiano Camilo Golgi, quien siempre habíase opuesto a las teorías y conclusiones de Ramón y Cajal ; otra, porque el viaje no dejaba de ser una extorsión para sus planes de trabajo. Y esto ya nos habla de dos de los rasgos del carácter de este hombre sabio, el orgullo y la laboriosidad, su inagotable capacidad de trabajo.
A Ramón y Cajal le otorgan el Nobel por descubrir la independencia de las células nerviosas y por establecer el contacto funcional por el que las neuronas se comunican entre sí. Era un hito en la ciencia mundial, aunque Cajal quizás no alcanzara a imaginar, ni aun con el Premio Nobel ya en su vitrina, las repercusiones que su trabajo iba a tener en la evolución de las neurociencias, de las que es considerado padre indiscutido. En su momento los resultados obtenidos por él a solas en su laboratorio fueron comparables a cincuenta años de investigación mundial. Hoy, casi setenta años después de su muerte, sigue siendo citado en todas las bibliografías y lo es en una proporción mayor a cualquier otro científico. Hecho insólito en la ciencia contemporánea, en la que la vigencia de las teorías es notablemente efímera. Y lo más extraordinario de los logros de Cajal es que sus correctísimas y decisivas conclusiones fueron formuladas teóricamente mucho antes de que la tecnología pudiera demostrarlas empíricamente. No fue hasta 1954 cuando el microscopio electrónico permitió observar por primera vez una sinapsis, es decir la comunicación por simple contacto entre dos unidades neuronales. Y hasta 1963 no quedó demostrado el hecho de que cada neurona es irrepetible, no sólo por su morfología, sino también por el tipo de conexiones específicas que establece.
Y todo ello fue obra de alguien para quien uno de los maestros escolares de su niñez auguró un escaso futuro: "parará en presidio, si no lo ahorcan", sentenció don Vicente Ventura al desesperado padre de Santiago , sin comprender que su curiosidad desbordada, su rebeldía orgullosa y su tenaz inconformismo llevarían a aquel zagal indomable a avanzar en el futuro más allá del límite del conocimiento de su época. A decir de otro grande, Severo Ochoa, "comparables a Cajal solamente Galileo, Newton, Darwin y poco más".
Una de las paradojas de la vida de Ramón y Cajal fue que siendo desde el inicio un gran dibujante terminara siendo un eminente científico. Es más, fue su habilidad artística, junto a su aragonesa capacidad de cuestionarlo todo, la que en parte le permitió elaborar sus sistemáticos estudios de la microorganización del sistema nervioso.Cajal veía en el microscopio y dibujaba; volvía a mirar y corregía. Así una y otra vez hasta que todo encajó y logró entender lo que sucedía con las células nerviosas. Y lo hizo con la misma tenacidad con que en su niñez seguía dibujando por paredes y puertas, por troncos y piedras, cuando le quitaban el papel como castigo a alguna de sus poco recomendables andanzas infantiles.Y fue el dibujo quien al final sometió al diablillo. Esa fue la llave que encontró el no menos obstinado que su hijo, don Justo Ramón, para hacerle entrar por el mundo de la medicina, procurando su afición a la anatomía en primer lugar y después a la histología. Y fue el dibujo el que en parte le salvó durante su amarga experiencia en Cuba, de donde volvió como de la muerte, con tan sólo veintitrés años, muy enfermo de malaria y disentería, y ya conocedor de las razones, casi nunca loables, que mueven al mundo, al poder y a los hombres que tienen el poder, sea éste cual sea. A ese tren ya nunca quiso subir Cajal , quien incluso rechazaría en una ocasión, en 1906, el mismo año de la concesión del Nobel, el cargo de Ministro de Instrucción Pública, a pesar de su compromiso persistente e inquebrantable con la renovación del sistema educativo del país, bien visible en numerosos escritos al respecto y especialmente en su colaboración con la Residencia de Estudiantes de Madrid, y desde luego en el cuidado que ponía en atender y formar a todos sus discípulos y ayudantes. Los cargos que desempeñó carecieron siempre de entidad política y los asumió como necesarios para el desarrollo de sus trabajos y de sus preocupaciones sociales.
A Cuba, (donde tuvo el peor destino: la Trucha de Júcaro en Morón) le llevó el ejército, del que se hizo médico por oposición, una vez terminada la licenciatura de Medicina en Zaragoza en 1873, el mismo año en que se proclamó la I República. Don Justo, empeñado en "encarrilar esa gran cabeza", había obtenido una plaza en la Universidad de Zaragoza, y a la capital aragonesa se trasladó la familia en 1870, comenzando Santiago el primer curso de Medicina. Para entonces ya había dedicado algunas vacaciones, encerrado con su padre en el establo de la casa de Ayerbe con los cadáveres que juntos robaban, al estudio de la anatomía.
En esta localidad oscense había residido la familia Ramón y Cajal durante diez años, entre los ocho y los dieciocho de edad de Santiago, periodo fundamental por tanto. De hecho él afirmó una vez: "Ayerbe es mi pueblo y Zaragoza mi ciudad". Esos años de formación transcurrieron escolarmente para el joven Santiago entre los Escolapios de Jaca y el Instituto de Huesca, y entre castigos y ayunos impuestos por sus profesores y por su progenitor, quienes todavía no habían aprendido a entenderle. También es verdad que era tanta la curiosidad del muchacho, la inquietud y el afán de hacer cosas que no fue fácil trazar el camino por donde discurriera tanta energía con un cierto equilibrio. Mientras tanto, construyó cañones con los que derrumbó las puertas de la casa de algún incauto vecino, asaltó huertos, resultó descalabrado alguna vez por las piedras cruzadas en las frecuentes peleas con otros muchachos, y fue ayudante de barbería y aprendiz de un zapatero de Ayerbe, llamado Coarasa. Pero también se aficionó a la gimnasia y sobre todo a la fotografía. Otras inclinaciones desarrollaría el insaciable Ramón y Cajal a lo largo de su vida, como la literatura, el ajedrez o la hipnosis. Cada una de ellas absorbieron su atención en algún momento, pero sólo el dibujo y la fotografía perduraron sin interrupción, siendo un avezado practicante de ambas disciplinas, que además utilizó como herramientas en sus investigaciones científicas. Incluso es posible que sus conocimientos fotográficos condujeran al perfeccionamiento de las tinciones empleadas para sus preparaciones micrográficas. Sus experiencias en este terreno le llevaron a publicar, a juicio de los entendidos, la más importante serie de estudios teóricos realizados por un fotógrafo español, amén de su conocido libro "Fotografía de los colores" (1912) donde demuestra su interés por el método de Lippmann.
El joven Santiago descubre la histología y la micrografía de la mano de Aureliano Maestre de San Juan, cuando se examina con éxito del grado de doctor en Madrid en 1877. Fue un hecho determinante; tiene veinticinco años y con los ahorros de Cuba compra un microscopio y un micrótomo y monta un laboratorio en su propia casa, decidido ya a orientar su carrera a la investigación, aunque de momento deba posponer el trabajo debido a que su mala salud, consecuencia de su estancia en Cuba, le obliga a reposar una temporada en el Balneario de Panticosa y en San Juan de la Peña, durante la cual se dedicara especialmente a la fotografía y el dibujo.
De nuevo en Zaragoza, obtiene la plaza de director de los Museos de Anatomía de Zaragoza y, ya con ese respaldo económico, puede casarse en 1879, a pesar de la oposición paterna, con Silveria Fañanás, que le acompañara fielmente y en silencio siempre y con la que tendrá siete hijos: Fe, Santiago, Enriqueta, Paula, Jorge, Pilar y Luis. Enriqueta morirá a la edad de siete años, en Barcelona, cuando Cajal anda inmerso y obsesionado con el estudio del sistema nervioso central. Su segundo hijo, Santiago, murió en 1912, con veintinueve años. Fueron dos durísimos golpes que sólo su dedicación absoluta al trabajo le ayudó a superar.
En Zaragoza, el matrimonio se instala en la calle del Hospital, actualmente llamada Ramón y Cajal. Allí el sabio da lecciones de anatomía e histología y también prepara con denuedo oposiciones a cátedras de Universidad. Ya lo había intentado antes de casarse para Zaragoza y Granada, sin conseguirlo. Esta vez gana una cátedra en Valencia, a la que se incorpora en diciembre de 1883 Los biógrafos de Cajal coinciden en señalar como un tanto extraño su período valenciano. El investigador pierde terreno ante el hombre de mundo curioso que se deja fascinar por el ajedrez, el hipnotismo, las tertulias, los viajes y la literatura. En esta época abundan los escritos del "Dr. Bacteria", seudónimo con el que firmaba sus artículos de índole "filosófico-científica y las críticas joco-serias", y que ya había comenzado a escribir en Zaragoza. Son célebres también entonces las sesiones de hipnosis que practica en un gabinete montado al efecto y que llegó a tener una importante clientela. A este respecto, años más tarde ya instalado en Barcelona, Cajal describió en un artículo el parto de su sexto hijo, que se produjo sin dolor para la madre sometida a hipnosis.
De todas formas, estas dedicaciones no impideron a Cajal trabajar con denuedo en la investigación de la vacuna contra el cólera, que se declaró en tierras valencias y llegó a Aragón. La Diputación de Zaragoza encargó a Ramón y Cajal un estudio sobre la vacuna anticólerica que el científico de Tortosa, Ferrán, difundía como prevención al terrible mal. Cajal, después de mucho estudio, no tuvo clara la efectividad de un preparado que no era sino un caldo de cultivo de bacilos vivos, a pesar de reconocer su mérito científico. Encerrado en la torre familiar de las Canales, en San Juan de Mozarrifar, en los aledaños de Zaragoza, Cajal hizo diferentes pruebas, hasta concluir que era menos peligroso y más efectivo la inoculación con bacilos muertos. Ramón y Cajal llegó de esta manera el primero al descubrimiento de la vacuna química. La polémica no buscada con Ferrán fue sonada en los círculos científicos del país y duró años.
1887 y 1888 fueron cruciales en la carrera de Cajal como investigador. En noviembre de 1887 obtiene la cátedra de Histología y Anatomía Patológica de la Universidad de Barcelona. Un poco antes, durante un viaje a Madrid, el profesor Simarro le da a conocer el método Golgi para la tinción de las células nerviosas, gracias a lo cual se decide a abordar definitivamente el estudio del sistema nervioso, lo que hará ya durante toda su vida sin descanso, y cada vez avanzando técnica y teóricamente en sus métodos y deducciones. En 1888 la familia se traslada a Barcelona, donde permanecerán cuatro años, hasta que en 1892 Santiago Ramón y Cajal gana una cátedra en la Universidad de Madrid, ocupando la vacante que dejaba el fallecimiento de Maestre de San Juan, a quien debía su dedicación a la Histología. En esta época su ritmo de trabajo es tan intenso que ya el mismo año de 1888 consigue las preparaciones micrográficas revolucionarias que demuestran la independencia de las células nerviosas y la relación de contigüidad - y no de continuidad - que se establece entre ellas. Entre ese año y el siguiente, 1889, Cajal publica veintiuna monografías y un manual - "Histología normal y técnica micrográfica"- con el que siente las bases de la histología del sistema nervioso aun hasta nuestros días. El reconocimiento internacional se produce ese mismo año de 1889, cuando en el Congreso Internacional de Anatomía de Berlín da a conocer Cajal sus descubrimientos, y aunque no consigue unanimidad al respecto, sí cuenta ya para siempre con la anuencia y la amistad de científicos de la categoría de Kölliker, tenido por la comunidad científica como maestro mundial de la Histología. A partir de este momento, los premios y los honores tanto de índole nacional como internacional se suceden ininterrumpidamente hasta el final de su vida, alcanzando el momento cumbre si acaso con la concesión del Premio Nobel en 1906.
Entre 1887 y 1903, Ramón y Cajal estudió exhaustivamente el sistema nervioso central, describiéndolo por completo y clasificando los distintos tipos de neuronas y demostrando la forma en que se hallan interconectadas. Fruto de este denodado esfuerzo fue la publicación entre 1899 y 1904 de su obra cumbre: "Textura del sistema nervioso del hombre y los vertebrados", que los neurólogos siguen citando constantemente todavía y que es considerado el libro científico español más importante escrito hasta la fecha, equiparable al "Diálogo" de Galileo o al "Origen de las Especies" de Darwin. La culminación de esta obra fue una de las grandes satisfacciones profesionales de Cajal en un año en que hubo de afrontar el fallecimiento de su padre, con quien había mantenido una relación tormentosa, aunque inquebrantable, y a quien mucho debía en su vida, a juicio del propio Ramón y Cajal.
Posteriormente Cajal avanzaría inexorablemente en sus trabajos, perfeccionando los métodos de impregnación de los tejidos, sucesivamente sobre la base de nitrato de plata reducido - según invención propia, y gracias seguramente a su afición a la fotografía-, de nitrato de urano y de sublimado-oro, y logrando decisivos descubrimientos sobre la degeneración y regeneración del sistema nervioso, así como sobre la estructura de la retina y los centros ópticos de los invertebrados, que plasmó en numerosísimos estudios hasta su muerte.
Pero si Ramón y Cajal adquiere un indiscutido predicamento entre la comunidad científica internacional, no es menor su influencia social en la España del momento, sobre todo a raíz de la concesión del Nobel, convirtiéndose en un modelo para la práctica de la ciencia en nuestro país, (víctima como es sabido de un ancestral atraso al respecto), y alcanzando una notable influencia en cuanto a sus ideas acerca de la educación y de reforma social. Las inquietudes sociales de Santiago Ramón y Cajal ya se manifiestan en su juventud, cuando a juicio de su hermano Pedro fue "un tanto revolucionario", y cuando con tan sólo veinticinco años ingresa, según algunos de sus biógrafos, en la Logia masónica de los Caballeros de la Noche, de la obediencia del Grande Oriente Lusitano Unido, que se instaló en zonas aragonesas entre 1869 y 1886.Cajal participará del espíritu regeneracionista que se apodera de los intelectuales españoles a raíz del desastre de 1898, publicando algún que otro artículo en este sentido. Esta inquietud por el futuro del país le lleva años más tarde, tras la caída de la Dictadura de Primo de Rivera, a apoyar públicamente la Agrupación al Servicio de la República. Pero las preocupaciones sociales de Santiago Ramón y Cajal se plasmarán no obstante sobre todo en su obsesión por la educación y la formación de las jóvenes generaciones. Cuando en 1907 se crea la Junta para la Ampliación de Estudios,Cajal acepta presidirla, aun cuando no era nada partidario de ocupar cargos públicos muy comprometidos. De hecho, había rehusado, como dijimos, el ministerio de Instrucción Pública el año anterior, aunque ya en 1900 había sido nombrado consejero de Instrucción Pública.
Cajal parece disfrutar en sus escritos dando consejos a los jóvenes estudiantes e investigadores, procurando guiarles de la manera que nadie había hecho con él, y en una línea conceptual próxima a los postulados de la Institución Libre de Enseñanza. Por eso se entusiasma con el proyecto de la Residencia de Estudiantes, en la que llega a crear un Laboratorio de Histopatología del Sistema Nervioso. Por eso acepta las presidencias sucesivas del Instituto Nacional de Higiene Alfonso XII (1900), y del Centro de Investigaciones Biológicas (1920), donde no sólo investiga sino que sobre todo, y a la par que en la Universidad, forma a un nutrido y sobresaliente grupo de seguidores y discípulos, entre los que cabe citar a su propio hermano Ramón, a Jorge Francisco Tello, Rafael Lorente de No y Galo Leoz (todos ellos también aragoneses), Fernando de Castro, Nicolás Achúcaro o Pio del Rio Hortega.
Santiago Ramón y Cajal fue inusitadamente un científico popular. A su funeral, celebrado en Madrid, acudieron más de quinientas mil personas según algunas fuentes. En cualquier caso fue un sepelio multitudinario. Cajal murió el 17 de octubre de 1934. Junto a la noticia de su fallecimiento, los periódicos incluyen también la de la sublevación de Asturias. Afortunadamente, no llegó a presenciar la contienda civil entre los españoles. Los últimos años de la vida del científico lo fueron de paulatino sosiego. De sus obligaciones académicas en la Universidad se había jubilado en 1922, concentrándose en su labor en el Centro de Investigaciones Biológicas, que tras su muerte pasó a llamarse Instituto Cajal. En 1930 había fallecido su mujer Silveria. Cajal sigue trabajando aún hasta 1932, cuando ya dimite como director del Instituto y como Presidente de la Junta para la Ampliación de Estudios. Igual que permaneció activo hasta el último momento de una forma u otra, y aun con menor intensidad, en sus labores de investigación, fue fiel a su afición a la fotografía, que siguió practicando en su estudio, y también a la escritura. Poco antes de su muerte había publicado "El mundo visto a los ochenta años", una especie de legado general de un hombre sabio, que en vísperas de su despedida de la vida recordaba con fervor sus primeros años en tierras del Altoaragon, en Larrés, en Luna, en Valpalmas, en Ayerbe.
9 comentarios
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Antonio -
¡Un saludo!
Luisa -
Gracias por la visita, un abrazo.
Luisa -
Muchas gracias por tu visita, un abrazo.
Fernando Alvira -
pasapues -
Sigue escribiendo a ver si se enteran en el GA de los aragoneses importantes.
Luisa -
pepe cerdá -
Tienes todo el permiso del mundo para reproducir todo lo que te apetezca de mis catálogos, o de cualquiera de mis cuadros o escritos que puedas encontrar por ahí.
Viva la Red.
Para que conste.
Pepe Cerdá