Sin transporte, sin rehabilitación
No he estado nunca en Argentina. Por lo que he visto y me han contado es, sin duda un país hermoso. Un país en el que la gente se ha acostumbrado a luchar mucho. Tengo una amiga, Anamá Martínez, que vive en Colón, en la provincia de Entre Ríos. Las fotos que conozco de la ciudad y de los parajes de la provincia enseñan una enorme belleza y, yo diría, una buena dosis de armonía. Por lo que me cuenta, mi amiga ama su ciudad y su entorno. Pero estos días mi amiga anda con desasosiego, rabia y justificada preocupación porque el futuro de su hija está en juego. Entiendo la desesperación de mi amiga. Ella ha escrito una carta a los amigos, a las instituciones y a los medios de comunicación. Quiero resumir la situación.
Mi amiga tiene una hija con discapacidad motriz severa, que debe recibir varias terapias para continuar con su rehabilitación, para procurarle el mejor futuro posible, el mayor grado de realización individual y de integración social. Estas terapias corren a cargo de una entidad de obra social, denominada PAMI. Pero no las presta en la misma ciudad donde viven mi amiga y su hija, en Colón. La hija de mi amiga debe desplazarse dos veces por semana a la localidad de Gualeguaychú. Este desplazamiento lo realizan con una compañía de transportes que debía pagar PAMI. Digo debía, porque al parecer PAMI no ha abonado a la compañía sus servicios y ésta ha dejado de prestarlos. La severa discapacidad motriz que sufre la hija de mi amiga les impide desplazarse en el transporte público. Con lo cual, la hija de mi amiga se queda sin poder recibir sus prestaciones. Que no son pocas: kinesiología, terapia ocupacional, terapia del lenguaje y fonoaudiología, fisioterapia, comunicación alternativa, psicomotricidad y psicología, además de su apoyo escolar personalizado. En fin, un desastre. Lo peor de todo es que mi amiga sospecha que en todo ésto no hay sino una maniobra intimidatoria contra ella, porque denunció hace un tiempo un intento de soborno del que fue víctima hace varios meses. Como ella bien dice en su carta, "el hilo se corta por lo más fino, es decir, los derechos de mi hija, ampliamente avalados por toda una legislación y que sin embargo se niegan sistemáticamente a los afiliados con discapacidad de, por lo menos, esta costa entrerriana".
Esta es una de esas situciones concretas que se producen a diario en el ámbito de la discapacidad. No sé cómo explicar la angustia que puede producir a una familia no saber si su niño con discapacidad va a poder continuar en su avance o no, va a poder llegar a desarrollarse integrado en la sociedad o no. Pero hay muchos en muchísimas partes del planeta que ni siquieran tienen acceso a las terapias y para los que la integración es un concepto absolutamente inexistente. Y no todas pertenecen al llamado "tercer mundo".
(Mientras termino de subir este texto, recibo un nuevo correo de mi amiga: todo sigue igual, o peor. Porque ante sus acciones de protesta, muchos padres de su región y de otras le han escrito contándole también de todas sus carencias, de su desesperación por no tener ayudas para las terapias, de no tener ni siquiera los pañales necesarios...)
* La fotografía es una paraje de la zona de Colón Entre Ríos, y proviene de la web ColonEntreRíos.net
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