El pan de oro en la policromía
El pan de oro es uno de los materiales, el más primoroso acaso, utilizado en la policromía de los retablos a lo largo de prácticamente todas las épocas. Las policromías de los retablos resultan particularmente ricas y llamativas, debido al despliegue de toda una serie de motivos decorativos derivados de las formas del grutesco italiano. Sobre todo son de destacar las policromías de los retablos escultóricos, porque en ellos la superficie a policromar era mucho más extensa que en los retablos de pintura.
El proceso de policromado de un retablo constaba de las siguientes fases:
Aparejado: el primer paso era la preparación de la pieza o zona a dorar, eliminando el polvo. A continuación se limpiaba la grasa y el manoseado por medio de cola con acíbar disuelta (encolado). Luego se recubrían las pequeñas oquedades con lienzos (endrapado) y se unían las distintas partes de una figura o talla de mazonería (arquitectura del retablo) con grapas o clavos.
El segundo paso de esta fase del aparejado era el enyesado de la madera en sus partes a dorar. Estas se cubrían con varias manos de yeso grueso, yeso mate (enguiscado) y bol (embolado). El enyesado era una operación muy delicada, ya que una mala aplicación podía hacer perder la calidad de una buena talla.
Si todas estas operaciones se realizaban correctamente conseguían la finalidad del aparejado de la obra, que era la eliminación de posibles deterioros, roturas o incluso imperfecciones del acabado de la talla, así como la conservación de la madera por largo tiempo.
Dorado: esta operación se realizaba a base de panes de oro o finas láminas de este metal, que se pegaban al aparejo de la pieza tallada. Era un proceso sencillo, pero delicadísimo por la naturaleza tan frágil del delgadísimo pan de oro. Previamente humedecida la última capa de bol, el pan de oro debía aplicarse directamente sobre la superficie procurando evitar las rasgaduras y las arrugas.
El oro se obtenía de las monedas acuñadas en dicho metal y de uso corriente en la época. Los encargados de la transformación de las monedas en panes de oro eran los “batifullas” o batidores de oro. Asimismo estos artesanos se encargaban de suministrar y vender a los pintores y doradores el material que necesitaban para dorar los retablos.
Dado el elevado precio que a menudo suponía usar oro para esta operación, se solía emplear también plata y oro falso. A menudo los contratos para los trabajos indican que estos materiales parezcan oro verdadero. A esta plata enmascarada se la denominaba “plata corlada”.
El pan de oro podía terminarse en mate o bruñido. Se solía preferir esto último. La técnica para bruñir consistía en aplicar sobre la superficie mate del oro un pulido con cerdas y paños hasta conseguir un aspecto brillante.
Un retablo de pintura de tamaño medio necesitaba sobre unos 10.000 ó 12.000 panes de oro para ser cubierto. Uno de escultura de iguales proporciones requería entre 25.000 y 30.000. Este número era mucho más abultado en el caso de retablos mayores de grandes proporciones como el de la localidad zaragozana de Tauste.
Estofado: una vez aplicado el oro se procedía al estofado, que consistía en aplicar labores sobre el oro según tres tipos de técnicas diferentes:
- Estofados a punta de pincel: consisten en la realización sobre la superficie dorada de labores de pintura a pincel, especialmente temas de carácter naturalista. Son las decoraciones más espectaculares.
- Estofados de pintura: se basa en la aplicación de pintura monócroma sin degradaciones de color ni otros matices. Esta técnica se utiliza especialmente en los espacios de las mazonerías que acogen decoraciones talladas, como los frisos, zócalos, etc. Suele suceder que estos “campos” no hayan sido previamente dorados, y que el color se extienda directamente sobre las manos de yeso, con lo cual se rebajaba notoriamente el coste del retablo. Los colores utilizados son siempre azul, blanco, rojo o carmesí.
- Estofados de grabados o esgrafiados: para este tipo de técnica se aplicaba color al temple sobre el oro y se dejaba secar. Una vez seca la pintura, se procedía a señalar con un grafio las diversas labores decorativas. Luego se eliminaba completamente la pintura en las zonas dibujadas, apareciendo de nuevo el oro, que resaltaba sobre los fondos estofados de color. En el siglo XVI en Aragón se suelen utilizar indistintamente los términos grabar o esgrafiar. Se podría deducir que el término grabado implicara el uso de plantillas, y que consistiría en la estampación de los motivos directamente sobre el oro (motivos naturalistas, de vegetales, y los habituales de los que imitan los brocados de las telas). Por el contrario, el esgrafiado correspondería al dibujo de motivos más sencillos, como punteados, rajados, etc., efectuados con el grafio.
* Este texto viene recreado desde el libro ”El retablo aragonés del siglo XVI. Estudio evolutivo de las mazonerías” (Raquel Serrano, Luisa Miñana, Angel Hernánsanz, Rosalía Calvo, Fernando Sarría). Departamento de Cultura y Educación. Gobierno de Aragón. Colección Monografías, número 19. 1992.
* La fotografía representa a uno de los profetas sedentes que aparecen en el banco del retablo de San Juan Bautista, en la localidad zaragoza de Sediles.
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yomara -
Fernando -