El libro de los escolares de Plasencia del Monte (14 de abril, una vez más)
El día anterior a mi cumpleaños recibí un hermoso regalo. Víctor Juan, evidentemente, no sabía que era mi cumpleaños; pero "El libro de los escolares de Plasencia del Monte" llegó en esa fecha y me ilusionó especialmente. Es un libro milagroso, cuajado de la magia de la vida pegada a la tierra. Una edición preciosa y admirable, que sin duda habrá costado largo y hondo esfuerzo. Ando todavía trasteando con él, y cada página es un abanico de emociones. Ya lo he regalado también a mi vez, porque lo creo uno de los presentes que mejor pueden comunicar todos los buenos deseos hacia alguien. Es un libro repleto de sabiduría.
Hoy se cumple otro aniversario. Hoy es 14 de abril. Siempre arrastrando esta pelusilla en esta fecha, aunque ya queden tan lejos aquellos momentos en que la historia pareció que iba a dar un paso de gigante hacia adelante, a pesar de todos los contraluces. La labor educativa emprendida fue sin duda una de las hazañas más ambiciosas y generosas que se han producido en este país. Por eso, me parece lo más adecuado hablar, precisamente hoy, de esa labor, tomando como ejemplo el trabajo de los escolares del pueblo oscense de Plasencia del Monte y de su maestro, Simeón Omella. Copio aquí la introducción de Víctor Juan, director del Museo Pedagógico de Huesca, que ha llevado a cabo la edición de esta maravilla. Las palabras de Víctor Juan son muy hermosas, pero el libro realizado por los escolares y fechado en 1936 las merecen sin duda ninguna:
"Hay objetos que parecen devolvernos a otra época o nos transmiten la emoción que sintieron quienes los sostuvieron antes que nosotros en sus manos como si en las cosas pudiera latir la memoria. Un poco todo esto es lo que me ocurre cuando acaricio el humilde papel en el que los niños de Plasencia del Monte y Simeón Omella, su maestro, estamparon, letra a letra, algunas de las páginas más hermosas de la historia de la educación y de la escuela aragonesa del último siglo. El libro de los escolares de Plasencia del Monte es una muestra del trabajo entregado de un maestro y sus alumnos, un libro que nos susurra algunos de los secretos que habitualmente se guardan en la intimidad del aula. No resulta difícil imaginar el amor por la escritura que hay detrás del trabajo paciente y meticuloso necesario para componer los textos, para realizar los meritorios grabados a varias tintas sirviéndose del linóleo, del caucho o del simple cartón. El trabajo que Simeón Omella realizó con sus alumnos en la escuela de Plasencia del Monte con la imprenta escolar es un argumento irrefutable para demostrar que el mundo puede transformarse con palabras. El libro de los escolares de Plasencia del Monte es la crónica de una escuela rural convertida en taller y en laboratorio de experimentación. Cada uno de los textos libres elaborados por niños de ocho a diez años nos hablan de una escuela que ha desterrado los libros de texto, de una escuela en la que los niños aprenden de la vida y de la comunidad en la que viven. Gracias al trabajo con la imprenta Freinet se había producido una importante transformación en la sociedad en la que la escuela estaba inmersa: por primera vez el conocimiento de los padres, de los abuelos, de los pastores, de los agricultores y de los artesanos, el conocimiento, en definitiva, de la gente común fue considerado un conocimiento valioso. Las personas de la comunidad -muchos de ellos analfabetos- son la principal fuente de información de aquello que luego se pondrá por escrito. Un conocimiento que gozará de la dignidad de la letra impresa.
Gracias a la imprenta escolar los niños de la escuela de Plasencia del Monte hicieron su mundo más grande porque mantenían intercambios con escuelas españolas y con escuelas de Suiza, Bélgica o Francia.
La edición de El libro de los escolares de Plasencia del Monte nos permite recuperar los nombres, las trayectorias profesionales y los empeños de educadores como Simeón Omella, Herminio Almendros o Ramón Acín. Este libro también nos devuelve, junto al impulso modernizador que sacudió las escuelas durante la II República, la amarga memoria de la escuela que perdimos, del país que pudo ser. Esta forma de entender la educación, la escuela, el conocimiento, el aprendizaje, la actividad escolar y el trabajo de los maestros es una muestra del prometedor rumbo que habían tomado las escuelas aragonesas. Pero pocos días después de que Simeón Omella y los niños de Plasencia del Monte concluyeran de encuadernar este libro, con el papel recién herido por la tinta, estallaba la Guerra Civil. Las palabras fueron ahogadas por el estruendo de las balas y las bombas. En Plasencia del Monte alguien escondió los libros de Simeón Omella, les dio amparo y cobijo. Y con los libros, alguien guardó, quizá sin saberlo, la esperanza de que las palabras pudieran volver a encender en nuestros corazones el fuego de la memoria y del recuerdo.
El paso del tiempo ha dejado su huella en las páginas de El libro de los escolares de Plasencia del Monte y no ha sido posible reproducir en esta edición facsímile todos los textos que Simeón Omella y los niños de su clase encuadernaron en 1936. De cualquier modo, los que aquí se ofrecen transmiten lo esencial del documento: la alegría de aprender, la pasión por la palabra y por el conocimiento compartido.
No quiero terminar sin agradecer el trabajo inteligente y generoso de Fernando Jiménez Mier y Terán, uno de los grandes especialistas del mundo en maestros freinetistas que aceptó la invitación del Museo Pedagógico de Aragón para realizar el estudio preliminar de este facsímile. Durante estos últimos meses ha sido un privilegio recibir los correos electrónicos que Fernando me enviaba desde México dando cuenta de sus progresos. Estaremos siempre agradecidos a Elena Ruiz Gallán y a su familia, por haber guardado durante setenta y un años El libro de los escolares de Plasencia del Monte y por permitir que ahora el Museo Pedagógico de Aragón pueda ponerlo a disposición de todos. "
Víctor M. Juan Borroy
Director del Museo Pedagógico de Aragón
P.D. Fernando Sarría ha colgado también un post dedicado a esta fecha, con un texto muy emotivo del historiador Tuñón de Lara, redactado al poco tiempo de instaurarse la democracia en este país. Hay que saber tener memoria y administrarla.
Actualización: El hermoso post visual de José Antonio Melendo
16 comentarios
Luisa -
Chema -
Luisa -
En algo estoy de acuerdo con Almudena Grandes, de entre las cosas que le escuché el otro día en la presentación de su novela en Zaragoza: cuanto más lees y conoces de aquella época en este país, más te conmueves, más te enganchas a querer indagar.
Este libro de los escolares de Plasencia del Monte es de verdad fascinante, tanto por la experiencia pedagógica que relata -algo que seguramente ya no se ha vuelto a repetir- como por las vivencias que cuentan los propios chicos. Y los dibujos... son increíbles.
Un beso.
Luisa -
Un abrazo.
_gaviota_ -
Mis ancestros me enseñaron que se pueden borrar huellas en la nieve en la arena o en con cal, pero que nada borra las palabras, que las palabras viajan sin límite ni fronteras y que las palabras convertidas en historias se trasmiten boca a boca.
Gracias Luisa por enseñarnos esa joya, ese trocico de nuestra historia.
Salud
jose a. -
Además prometo ser bueno y avisaré antes de hacer fotos.
Luisa -
laMima -
Más besos.
Luisa -
Este ha sido un post un poco de urgencia. Quería hacer algo para hoy, pero no había podido preparar nada especial. Ayer pensé que lo mejor era hablar de libro. Las palabras de Víctor me parecen muy hermosas, muy atinadas, muy sabias.
Esperaré tu post con ganas, porque seguro que nos das mucho a pensar. Y el libro se merece que hablemos de él mucho, mucho.
Más adelante, seguramente también yo volveré sobre él de forma un poco más personal.
Besos, reina.
Luisa -
En estos tiempos en que a veces se maltrata tanto el sistema educativo, se comprende tan poco su verdadera razón de existir, se le desvirtúa convirtiéndolo en preparación de individuos poco diferenciados, resulta necesario traer a la memoria iniciativas como ésta, que surgieron con tanta humildad como ganas, y entendieron que el individuo sólo se educa desde sus propias raíces, enseñándole a ser y a estar en el mundo, a comprender ese mundo en el que vive y a RESPONSABILIZARSE de ese mundo.
Este es un libro que enseña mucho sobre todo ello.
Besotes para ti.
Luisa -
Las jornadas habrán sido estupendas, no me cabe duda. Y una gozada tener entre vosotros a ese maestro que os habrá hecho partícipes de primera mano de un montón de cosas.
Que vaya muy bien la clausura y enhorabuena por la iniciativa.
Un beso.
Luisa -
Ciertamente, el tiempo de la gran ilusión. Porque, a pesar de todas las asperezas, que también las hubo, lo que es verdad es que no ha vuelto a haber un tiempo de empuje colectivo tan hondo, tan esperanzado, tan convencido, como el que llevaron a cabo las buenas gentes que creyeron que un nuevo tiempo había llegado y era posible. Seguramente, les añoraremos siempre.
Un beso.
inde -
Por eso me he alegrado muchísimo de ver éste: una cabeza brillante ha cumplido con lo que otra tarambana iba a dejar sin cumplir...
De todos modos, más adelante escribiré yo también otro post para este libro, que me ha seducido mucho en muchas cosas. Besitos.
laMima -
Da rabia saber que hubo un tiempo en que había gente preparada y dispuesta a hacernos personas desde una educación completa, real, hecha con cariño.
Un trabajo como el que Victor recupera es una joya,puedo imaginar la pasión de esos niños preparándolo, yo hubiese sido tan feliz...
Todos deberíamos, en la parte que nos toca, reflexionar sobre esto: el sistema educativo es la base de una sociedad y me parece evidente que en este momento esa "base" da para poco.
Dices bien al final: "hay que saber tener memoria y administrarla".
Un besazo.
M.M -
Estos actos ha sido muy interesantes y nos dejaron, como tú muy bien describes la sensación de que la flor se cortó antes de florecer.
Me alegra seguir descubriendo nuevas historias que confirman que aquello tuvo mucho de bueno. Y por desgracia, no por breve.
Víctor -
Abrazos,
víctor