Viejas costumbres
Quiero permitirme hoy una pequeña nota sentimental, en esta tarde de diciembre, hundida mi ciudad bajo la niebla de nuevo, aunque atravesada ya por las luces prenavideñas. Mi nota sentimental no tiene que ver, sin embargo, con estas sensaciones invernales y de nostálgica intimidad. Es lo siguiente. Desde hace bastantes años ha llegado a mi buzón, con inquebrantable voluntad, un pequeño sobre que contenía un boletín de novedades de la Librería Reseña. Cada boletín ha venido encabezado por el mismo texto: "Venta exclusiva por correo de libros nuevos a bajo precio procedentes de ofertas editoriales y de restos de edición". He hecho compras, para mí estupendas, gracias a este boletín, de sencilla presentación, pequeño tamaño, hojas blanco-gris grapadas y olorosa tipografía
Hoy ha llegado a mi buzón el boletín número 92, con el epígrafe "Último boletín" - el adjetivo ya me ha sobresaltado- y este texto: "Tal como ya les anticipábamos en nuestro anterior boletín, el presente número es el último ejemplar impreso de nuestras ofertas que, desde 1991, les hemos ido remitiendo a través del correo ordinario a sus domicilios". Continúa la presentación de este último boletín agradeciendo la fidelidad de los clientes y ofreciendo la ya existente página web de la Librería Reseña (www.resenia.com) para las futuras compras, que deberán ser indicadas mediante correo electrónico.
Yo ya hace bastante tiempo que utilizaba este medio para encargar mis libros. Pero recuerdo bien cuando lo hacía mediante el cupón de pedido, con su línea de puntos por donde cortar, y sus renglones donde ordenar la lista del tesoro, y que durante años he remitido a la Librería Reseña por correo ordinario. A partir de ahora, ya no recibiré pues el boletín de nuevas incorporaciones. Esa es la esencial diferencia con lo que en los más recientes tiempos venía sucediendo en mi relación con la Librería Reseña, que a partir de ahora sería puramente virtual, si no fuera porque me seguirán llegando libros por correo (¿por cuánto tiempo?). Y, aunque convencida defensora de Internet y de sus posibilidades presentes y futuras, hay costumbres que cuesta desterrar y que me gustaría, a pesar de todo, seguir conservando. Su desaparición tiene un inevitable coste emocional.
6 comentarios
Luisa -
Un beso.
Magda -
Un abrazo para ti.
Los cambios son buenos, pero hay cosas que no deberían de hacerlo.
Luisa -
Pero en fin, siempre hay un punto de nostalgia ante la transformación, como bien dices. Supongo que con el tiempo, iremos personalizando también un poco las nuevas formas. Ojalá.
Besote.
Ybris -
Eso me pasó hace poco al encontrar en un cajón la antigua estilográfica Parker que me regaló mi tío hace más de cincuenta años.
Peor fue cuando hace poco han cerrado la pequeña librería en la que solía perderme para hojear libros y pedirlos cuando no los tenían.
Sobreviviremos a la nostalgia en aras de la eficiacia.
Besos.
Luisa -
Ay, me dio cosilla lo del pobre boletín último... lo conservaré.
lamima -
Entiendo esa nostalgia: yo la tengo por el correo ordinario. Con la de cartas que he escrito y ahora me veo incapaz de expresarme "a mano"..En mi última mudanza decidí deshacerme del último montón que guardaba, como no, en una caja de zapatos. Ahora lamento haberlo hecho pero no tuve otro remedio.
Mm, que rica esta nostalgia.
Un abrazo.