Encuentros en el blog de Javier Torres
Hace unos días Fernando Sarría y yo le mandamos al bueno de Javier Torres sendos relatos sobre teléfonos móviles. Javier es un gran lector y enseguida encontró la forma de jugar con ambos relatos. Al que yo le mandé lo tituló muy bien como "Encuentro imposible", y lo enfrentó al de Fernando, al que pusó el más optimista titulo de "Encuentro posible".
Me apetece poner ahora aquí los dos textos, - Fernando también hace mención en su blog- uno tras otro, siguiendo el orden en el que Javier los entendió. Los enlaces os llevarán, si quereis, al lugar para el que fueron los relatos concebidos: el blog de Javier.
Un encuentro imposible
Obstinada, insistentemente desde hace días recibo este mail en la pantalla de mi ordenador:
"Querida amiga,
Fue grato nuestro encuentro y placentero. Pienso en usted. Me gustaría volver a verla. Dígame cómo."
No conozco el nombre que figura como remitente. O por lo menos no tengo consciencia de conocerlo. Menos aún recuerdo algún encuentro especial ni placentero en los últimos tiempos, ni siquiera haber mantenido una conversación con alguien de quien yo no tuviera dato de ningún tipo. He hablado con gente a la que he visto por primera vez, pero o bien me han sido presentados por amigos comunes, o bien han llegado a mi a través de otras acreditadas referencias. Hace tiempo que los desconocidos no me llaman la atención como antes. Tampoco están los tiempos como para caer en tentaciones. Por eso no estaba dispuesta a llamar al número de móvil que figura al pie del texto del correo electrónico. Pero, cuando el susodicho mail llegó con terquedad por undécima o duodécima vez a mi ordenador en el plazo de una semana, decidí acabar con el problema de un plumazo. Contesté primero al último mail en ese momento, demandando al sujeto emisor que no me bombardera más con sus misivas repetitivas. Como respuesta obtuve sólo el mismo texto nuevamente. Así que ayer, furiosa, llamé. Y he vuelto a llamar hoy, después de que otra vez me asaltara el mismo correo en el ordenador. Pero ninguna de las dos veces he obtenido más respuesta que la voz electrónica del contestador del buzón de la compañía telefónica instándome a que deje mi recado. Más enfurecida si cabe, hoy me he arriesgado:
"No sé quién es usted. No tengo ni idea de cuándo hemos podido vernos. Si es que nos hemos visto. Le ruego deje de enviarme correos electrónicos. No deseo verle ni conocerle".
A los cinco minutos he recibido un mensaje en la pantalla de mi teléfono móvil:
"Tiene usted flaca memoria. No merece usted la pena".
Y este mensaje ahora repite desde entonces su llamada de atención en mi móvil puntualmente cada hora, como una mala conciencia que no me deja ni a sol ni a sombra.
-------------------------------------------------
Un encuentro posible
Nunca pensó verse en una situación como aquella, él, que siempre intentaba hacer lo correcto, estaba dirigiéndose hacia una cita extraña y que no le pertenecía.
Seguía su primer impulso, dejándose arrastrar por una especie de libidinoso cosquilleo desconocido para él. Sentía en su estomago el riesgo, el peligro de su decisión, pero era un imán que le atraía sin remedio.
Cuando había visto en su móvil el mensaje, se dijo enseguida que era una broma de las típicas de su socio. Pero le cambió la cara al darse cuenta de que aquél no era su móvil sino el de su socio; las compañías telefónicas regalan móviles de alto standing, siempre que contratas con una nueva para asegurar tu fidelidad y, claro, en la reunión con su socio por error se los habían intercambiado sin querer.
Con todo el disimulo que pudo y tras borrar el mensaje con la cita en un hotel del centro, se lo volvió a cambiar y empezó a contar las horas que quedaban para las cinco.
Ahora, cerca de la hora, buscaba un aparcamiento un poco alejado del hotel, para llegar a él andando e intentando dejar los menos rastros posibles. Llamó a su mujer para decirle que tenía una reunión con los del seguro de créditos, buena excusa ya que le había comentado que estaba en tratos con una nueva empresa. Pero ella no estaba. Le dejó el recado... Seguro que estaba en alguna de esas reuniones que hacía los jueves con sus amigas de universidad, ¿pero hoy era miércoles? Igual eran los miércoles las reuniones... no pensó más en eso y le dejo el recado en el móvil de ella, siempre fuera de cobertura.
En el hotel no encontró grandes problemas para pasar desapercibido. Entró por la cafetería que daba directamente a los ascensores y así no fue visto desde la recepción.
Su pulso se iba acelerando, tercer piso, habitación 313, decía el mensaje, te espero love ardiente a las 5 en punto, se lo repetía una y otra vez mientras se acercaba a la puerta. ¿Qué hacer?, ¿llamar o abrir la puerta directamente?, se acordó de su socio al que siempre tenía que ir salvándolo con compromisos inexistentes delante de su mujer. ¡Qué gusto tenía por las mujeres exuberantes! pero eran sólo aventuras con mujeres de las que se desembarazaba fácilmente... ¿Cómo sería ésta?... Llegó a la puerta y sin dudarlo más toco suavemente en ella y a la vez la abrió:
Nunca pensó verse en una situación como aquella... percibió la silueta que había en la estancia y comprobó, lívido, que definitivamente las reuniones de su mujer eran los miércoles.
-----------------------------------------
La foto la cojo del blog de Javier Torres:)
6 comentarios
Luisa -
Si te pones a pensar, el juego que dan estos aparatejos...
Un besote.
Javier -
¡Aduladoraaas!
Literatura inmóvil, la llamaré.
Besos
Luisa -
Javier es muy sagaz, desde luego.
Aprovecho para decirte que me encantó el post sobre Galdós y su cuento "sin cabeza" -Galdós es uno de mis novelistas favoritos-, y también el post sobre la cita: tiene su humor (además de su utilidad, desde luego). Gracias, Magda, como siempre.
Magda -
Qué buen juego el de Javier :)
Luisa -
lamima -
(Este Javier al final creará un nuevo género)