Los bañistas
Sé que era ella. El color del pelo diferente. Las facciones algo más henchidas quizás. Han sido dos segundos. Eran sus ojos, de eso no dudo. Y era su gesto. Dedicado, en mitad de la inaudible conversación, al hombre que a su lado ascendía por la escalera mecánica, mientras yo descendía, bajando de inmediato la mirada para no tropezarme con el tiempo que ha pasado. El hombre, que ahora ascendía a su lado por la escalera del centro comercial, la acompañaba siempre por entonces a casa, al acabar las largas tardes en la piscina, a donde la venía a buscar tras el trabajo. Con el rabillo del ojo ambos hemos seguido las direcciones opuestas de nuestros pasos. Nunca diremos nada. Ni siquiera he pensando qué le habré parecido, pasando por encima de mi, de repente, su tiempo, el de ella. Escaleras del tiempo. Ella llevaba un peluche en sus manos, envuelto de regalo. Y yo la amé todas las tardes de aquel verano, en que la ayudé a aprender a nadar.
*La imagen es la de la pintura de Georges Seurat, "Tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte" (1884-86). Óleo sobre lienzo.
2 comentarios
Luisa -
Me alegra que te haya gustado.
Un besete.
lamima -
Escaleras del tiempo si.
Bonito microrelato.
Besicos.