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Días de playa y horas - y 4 / Una lectura del "Pintor de batallas"

Días de playa y horas -  y 4 / Una lectura del "Pintor de batallas"

           “El pintor de batallas” es un libro terrible. Es un libro-espejo, un libro que contiene la historia de la Historia, las historias irredimibles que han generado la irredimible Historia.

 

            Habrá lectores que pulularán con ojos muy abiertos sobre la urdimbre del comportamiento de los profesionales de la información en las guerras, en las situaciones extremas en las que los hombres sólo pueden ser encarnadura y ácido. Y esta novela de Arturo Pérez Reverte incluye entre sus lecturas ésta de la reflexión sobre la “ética” del fotógrafo de guerra, robador de almas y cuerpos atormentados, sacrílego al fin y al cabo, aun siendo, como es, necesario emisario, expuesto él mismo a ser profanado y anatemizado por todos.

 

            Pero no creo esta vertiente la fundamental de la novela. La historia del fotógrafo de guerra, reconvertido en pintor para alumbrar la batalla que explique todas las batallas y sus causas últimas, y su encuentro con el soldado a quien en una fotografía le fue robada el alma y la vida son la cimentación de una larga, seria, incisiva, descarnada y arriesgada pregunta sobre la generación del “mal” y del dolor en la naturaleza, por tanto entre los hombres.

 

            Muchos libros y muchas palabras ha habido sobre este tema-vida a lo largo del tiempo de la historia. La novela de Pérez Reverte aporta su absoluta contemporaneidad a la forma de interrogar sobre este asunto. Su carencia de respuestas reales. Su descarnado reconocimiento de que es el hombre con su inteligencia el que, no sólo no evita ni procura paliar ese dolor que se integra en el devenir natural del planeta, sino que contribuye superlativamente a él precisamente utilizando en ello su inteligencia.

 

Es ésta una reducción al absurdo del comportamiento humano. Pero es un comportamiento real. El arte de la pintura, con su geometría, su perspectiva, podía antaño maquillar este universo cruel. Pero no lo hace la fotografía en su instantaneidad y proximidad al acontecimiento exacto. La fotografía no puede explicar causas por tanto, parece reflexionar el autor. El pintor de batallas retorna a la geometría para encontrar esas explicaciones. Pero la geometría es también una trampa. El efecto mariposa incluye su geometría. El azar y el caos contribuyen a amplificar los efectos de la acción de la inteligencia humana, y también obedece a una críptica geometría.

 

Aunque lo parezca en la superficie no es ésta una novela distinta a las escritas anteriormente por Pérez Reverte. Como bien él mismo ha dicho, es la novela que explica todas las anteriores. Lo que ocurre es que ésta vez no hay circunloquios, no hay adornos, no hay ni un solo paño caliente. No sé si es la mejor, como ha dicho algún crítico; tampoco las he leído todas. Pero seguramente sea la que apuesta más fuerte. Pérez Reverte ha trabajado en ella sin red.

 

            “El pintor de batallas” es un libro terrible. Su lectura no deja respirar. Porque si todo obedeciera a la razón natural habría quizás alguna escapatoria. Pero si la inteligencia humana se inserta en el ápice de esa ley natural y los resultados de todo ello son los que son, no hay sentido posible más que el que es: caos, dolor, muerte. 

 

            Al final del libro no hay grito, no hay exabrupto, sino un inmenso y último silencio.

* La imagen representa la escena del "Sueño de Constantino", fresco de Piero della Francesca, en la Basílica de San Francisco, en Arezzo (Toscana, Italia) (1466)

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