"Más allá, en las lejanas fronteras de la feria, era, de hecho, Día de Muertos"
"Dies Faustus... El Cónsul miró su reloj. Tan sólo por un momento, un horrible momento en el París, creyó que era de noche, que era uno de aquellos días en que las horas pasan deslizándose al igual que los corchos que se mueven sobre el agua tras la popa, y en las alas del ángel de la noche arrastran la mañana en un abrir y cerrar de ojos: pero hoy parecería estar ocurriendo todo lo contrario: eran apenas las dos menos cinco. Ya era el día más largo en toda su experiencia, una vida entera; no sólo no había perdido el camino, sino que tendría tiempo de sobra para más copas. ¡Si tan sólo no estuviera borracho! El Cónsul desaprobaba enérgicamente esta embriaguez.
Conscientes de su estado, lo acompañaban, jocosos, los niños. Money, money, money farfullaban. ¡O.K. mister! ¿Juérhar yu go? Se colgaban a sus pantalones y sus gritos se desanimaban, debilitándose y dejaban traslucir su desilusión. Le habría gustado darles algo. Y a pesar de ello, no quería atraer más la atención. Vio a Hugh y a Yvonne que probaban su suerte en un puesto de tiro al blanco. Hugh disparaba e Yvonne observaba; ffut, psst, pffing; y Hugh abatió una procesión de patos de madera.
Sin que nadie lo viera, el Cónsul tropezó con un puesto (en el que uno podía fotografíarse con su novia, sobre un fondo aterradoramente tempestuoso, verde y espeluznante, con un toro que embestía y el Popocatépetl en erupción) y pasó con el rostro vuelto a otra parte, frente al lastimosos Consulado Británico, cerrado, donde el león y el unicornio desde el escudo de color azul desteñido le contemplaron apesadumbrados. ¡Qué vergüenza! Pero seguimos, a pesar de todo, estando a tu servicio, parecían decir. Dieu et mon droit. Los niños lo habían abandonado. Sin embargo, había perdido el rumbro. Iba llegando al límite de la feria. Cerradas se alzaban allí misteriosas tiendas de lona, y yacían desplomadas o dobladas. Las primeras parecían casi humanas, despiertas, en espera; las otras, tenían el aspecto arrugado y encogido del hombre que, a pesar, de estar dormido, anhela, aun en su inconsciencia, estirar los miembros. Más allá, en las lejanas fronteras de la feria, era, de hecho, Día de Muertos"
("Bajo el Volcán", Macolm Lowry. Seix Barral, 1985)
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Malcom Lowry quedó tan impresionado por la celebración del Día de los Muertos en México que situó el transcurso de "Bajo el Volcán", su obra maestra, a lo largo de ese día. De alguna manera la atmósfera especial de la fecha impregna el desarrollo de la novela. Vida y muerte se entremezclan de forma iniciática, tanto en la tradición como en el destino del Cónsul.
El culto funerario, presente evidentemente en todas las culturas, estaba muy arraigado en las tradiciones indígenas americanas, que no son muy diferentes en el fondo del Samain celta, que es la tradición que pervive en Europa a través su posterior cristianización.
"El mes de noviembre tiene numerosas leyendas, casi todas negativas. Pueblos de distintas latitudes lo han considerado y denominado de diversas maneras:
Mes de los vientos (en la tradición sajona, debido a las galernas que azotaban sus costas)
Mes de la sangre (debido a los sacrificios de animales que se realizaban en honor de los dioses)
Mes de los diablos y los suicidios
(...)
Estamos hablando de un mes donde se renovaban los contratos de aparcería y arrendamiento de tierras, donde se terminaba de preparar los terrenos y se sembraban los cereales y había un intermedio de relativo ocio en las faenas agrícolas hasta la llegada del invierno, lo cual se solía festejar con banquetes y bailes comunales.
(...)
(Entre los celtas) el día 1 de noviembre era el inicio de su Año Nuevo, el Samain, que iba precedido por la noche conocida como Nos Galan-gaeaf, noche de las calendas de invierno (...) El festival del primer día de mayo (Beltane) abría las puertas del verano, y el festival del primero de noviembre (Samain) abría las puertas del invierno. Pero cabe preguntarse ¿abría tan sólo esas puertas? La creencia generalizada era que durante esa noche los muertos entraban en comunicación con los vivos en una especie de confusión cósmica...
A esta fiesta acudían todos los miembros del poblado y se celebraba una asamblea en la que intervenían tanto los hombres como las mujeres. Se sacrificaban animales para proveerse de carne para invierno, y era una de las pocas ocasiones en las que los druidas estaban autorizados a comer carne de cerdo y beber vino en abundancia. Todos encendían velas, y el sentimiento de proximidad con los difuntos era tal que cualquier ser vivo podía descender con ellos al mundo inferior con la única condición de permanecer allí hasta el siguiente Samain...
En aquellos días, los celtas llevaban gran cantidad de flores a los cementerios para aludir al más allá como paraíso (algo que todavía se sigue produciendo en todo el mundo hispano). También solían amontonar calaveras porque se creía que el muerto pertenecía, durante ese tiempo, a los dos reinos. Durante la vigilia fúnebre se pintaban los cráneos custodiados en el osario y los fieles pasaban la noche bebiendo, tocando música y cantando en compañía de los muertos.
Durante esos días, los celtas creían que los difuntos retornaban a sus hogares durante tres días en el nuevo año solar...
(...) Los indios nativos méxicanos (nahuas) consagraban las dos últimas veintenas de sus calendarios a los difuntos con los nombres de "fiesta menor de los muertos" y "fiesta mayor de los muertos". En esta última, según el Códice Telleriano Remensis, "se ayunaba durante tres días en honor de los muertos y el día de la fiesta, todos los indios subían al tejado de su casa y, mirando hacia el norte, imploraban a sus parientes difuntos diciendo: venid rápido porque os esperamos".
(...)
Recuerda el investigador Manuel Gómez que en el estado mexicano de Oxaca, donde existe una gran tradición popular en la celebración del Día de los Muertos, está arraigada la creencia de que los difuntos, después de su largo peregrinaje desde la otra vida para regresar a la Tierra, llegan cansados y sedientos, por lo que en el altar se les coloca una jícara o un vaso de agua e incluso una botella de mezcal...
En todo México parece darse la vuelta al concepto tétrico de la muerte para convertirlo en un acto lúdico. En la creencia de que en este día los difuntos obtienen permiso para visitar a sus seres queridos, los cementerios aparecen engalanados de flores, se colocan altares de muertos, se encienden cirios y en sus rituales no hay tristeza sino alegría en la evocación de sus parientes y amigos ya fallecidos, cuidando hasta el mínimo detalle (...)
Esta exaltación de la vida en los camposantos está revestida de ciertas supersticiones: se les ofrece simbólicamente pan y comida, destacando el "pan de muertos", que adopta distintas figuras según las regiones, y aún se conservan los dulces en forma de calaveras a las que cariñosamente se llama "muertitos".
(...)
En el tema de los alimentos funerarios se da un fenómeno recíproco. Los vivos comen para honrar la memoria de sus muertos, pero éstos también, según algunas creencias, participan del convite a su manera. En el norte de España se habla del tracional magosto o magüestu de difuntos, fiestas de las castañas asadas en torno a una hoguera o fuego del hogar. De acuerdo con un ancestral derecho comunitario, durante ese día se podían recoger libremente en cualquier finca con anuencia del dueño... Se dejaba la puerta abierta de la casa durante toda la Noche de Difuntos con la idea de que entrasen las ánimas a calentarse junto a la chimenea encendida. Los habitantes y familiares depositaban entonces un puñado de castañas asadas sobre la mesa de la cocina con el fin de que los difuntos comieran de ellas... En otros lugares, para prevenir la desazón de las ánimas que regresaban a la tierra desde el más allá, se les preparaba un plato de comida caliente y se dejaba un sitio sin ocupar en la mesa de la familia. Además, se les encendían cirios y candiles por toda la casa para orientarlos en su deambular por la oscuridad."
(Jesús Calllejo, "Fiestas sagradas", Edaf. 1999)
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El uno de noviembre se abre la puerta... (Blog de Chema Lera)
*La imagen viene desde http://nmazca.com/3142857/popocatepetl.jpg
9 comentarios
joan -
Luisa -
La historia de Cortés ya la conocía también. Me parece impresionante.
¿Tendrás alguna bibliografía sobre estos temas mitológicos prehispánicos?
Besos de nuevo
Magda -
Magda -
Sí, los nombres mexicanos prehispánicos son dificiles para quienes no están familiarizados con el náhuatl, una lengua muy hermosa, que desgraciadamente yo no hablo, solo cositas por ahi, y que quisiera aprender. Quizá lo haré. Mira, para no decir completo Popocatepetl, puedes decir como decimos nosotros: el Popo, y ya.
Existe una leyenda mexicana (prehispánica), se llama: "Leyenda de los colcanes"m están juntos el popocatepetl y el y el iztaccihuatl, el popo es "hombre" y el izta (abreviado) es "mujer", tiene forma de mujer dormida. Son una belleza de paisaje, ya los conocerás cuando vengas por acá. La leyenda dice: "que en un castillo vivía una princesa, el rey tenía varios guerreros, entre todos ellos, había uno enamorado de su hija la princesa, la princesa al igual que él, le correspondía en su amor. Un día el padre se enteró y decidió mandarlo a luchar. Sin embargo el rey le dijo a la princesa que él había muerto, siendo que él seguía vivo. La princesa murió de pena, ella quedo acostada. El guerrero cuando vio a la princesa muerta, se mató, y quedó hincado junto a ella.
Se supone que la mujer es el hermoso volcán Iztaccíhuatl que nos permite ver claramente la silueta de una mujer. Mientras que el guerrero es el volcán de Popocatépetl que se logra distinguir su espalda".
Luisa -
Me encantan las tradiciones antropológicas (es mi deformación históricista). Siempre me ha parecido indispensable conocer de dónde vienen las cosas que hoy sabemos y vivimos. Ver cómo se han transformado en el tiempo me parece fascinante. El texto es de un libro de divulgación editado en España sobre las fiestas religiosas. Me pareció interesante la convergencia esencial de ritos y costumbres de dos mundos en principio divergentes como el celta y el americano. Ya se ve que en este planeta no hay nada divergente.
Magda -
Magda -
El tema de la muerte en México es para hablar horas, y es sumamente interesante. El Dios azteca de la muerte era Mictlantecuhtli, señor del país de los muertos, o sea el Mictlán o "lugar de los muertos", conocido también como Ximoayán, "lugar de los descarnados" y Tocempopolihuiyán "nuestro lugar común de perecer", donde iban las almas en peregrinación, sufriendo todo tipo de visicitudes, durante cuatro años después de su deceso. Y de ahi se desprende todo, en sincretismo con lo cristiano.
Luisa -
Ybris -
No estaba muy al tanto de las celebraciones entre nahuas y celtas.
Gracias por la información.
Besos.