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Niebla, plantas y Déja vu

Niebla, plantas y Déja vu

 

 

        Ayer por la mañana fui al vivero. Siempre me han gustado mucho las plantas y la jardinería. Es una afición que, creo, he heredado de mi madre junto con un buen puñado de rasgos físicos. Me fascinan los viveros tanto como las librerías, las papelerías y los quioscos de prensa. Me gusta mucho pasear por ellos; indagar las diferentes plantas en cada temporada, aprender las que todavía no conozco,  buscar alguna que me encaje en la terraza o en casa, dejarme tentar por especímenes que sé que no son fáciles -y menos en el clima continental de esta ciudad: tengo, sin embargo, una hortensia milagrosa porque lleva conmigo casi nueve años, a cincuenta grados en verano y soportando algunas cruelísimas heladas de estos últimos inviernos, menos benignos que éste, extraño, en el que estamos. Ya no es una hortensia atlántica; le ha cambiado el carácter y las costumbres.

         Ayer me fui al vivero porque ya no soporto la niebla. Y porque este invierno, de días enormemente cálidos a los que, en este valle, siguen otros de sulfurosas y heladoras nieblas, en un discurso de diente de sierra que me está agriando el temple, ha terminado con mis plantas de interior. Estaban en su mayoría tan moribundas y exhaustas que decidí aplicar una piadosa eutanasia a algunas de ellas, decididamente irrecuperables, y trasladar al cuarto-hospital a algunas otras para intentar sanarlas. Aunque sacrificar plantas siempre me deja mal cuerpo, es cierto que, con esta excusa, compré unos cuantos lustrosos y nuevos ejemplares: una cheflera mediana, un anturio, dos kalanchoes, un magnífico poto variegado. Tentada estuve de algunas otras, como de unas hermosas orquídeas que ahora están bien florecidas. Pero me contuve, porque así puedo volver pronto al vivero a buscarlas. Últimamente voy bastante a uno muy pequeñito que se llama La Regadera, una empresa de economía social gestionada por algunas familias de discapacitados intelectuales. Es un vivero de plantas prácticas. Quiero decir que tienen únicamente aquellas especies que se adaptan bien a nuestro adusto clima. Con ello evito algunas veleidades que me han causado más de un disgusto.

         No hubiera salido de allí, porque no quería regresar a la niebla.

         Pasé la tarde siguiendo en la distancia los ecos de las manifestaciones contra el terrorismo y trabajando en varias cosas. Pero la niebla se me había metido debajo de los párpados y hasta la noche no conseguí sacármela de la mirada. Luego me fui al cine con unos buenos amigos. Conseguí olvidarme un poco de la niebla viendo "Déja vu", que aunque tiene muchas pretensiones no sale de ser, a mi modo de ver, una película del montón. Ya sé que lleva en cartelera mil meses, pero es que llevo retraso. Y esta película toca un tema que a priori despierta mi curiosidad, aunque no lo entiendo mucho: la vivencia real de la curvatura espacio-temporal -¡hala!-, o sea de cómo se podría volver al pasado, de cómo se podría accionar sobre él para intentar modificar sus consecuencias en el futuro -¿será posible...?-. La literatura fantástica vive en su esencia de esta hipótesis. Es un tema clásico, como lo es la preocupación por los tiempos paralelos, los tiempos perfectos, la reedición de la vida. Hoy en día es imposible plantear filosóficamente este asunto sin atender a sus fundamentos científicos. Y es en la conjunción entre esos fundamentos y el tour de force al que los somete el guión literario de la película, donde ésta se cae al final estrepitosamente. Nada fuera de lo previsto, por otro lado. Aunque es cierto que la película tiene algunos momentos muy buenos, sobre todo en la ideación del mecanismo energético-informático que permite al FBI acceder al pasado y en la exposición narrativa del puzzle de acontecimientos que van y vienen entre el pasado-pasado y el pasado-presente -¡jo!-.

         En fin que dándole vueltas a estas tonterietas se me quitó la niebla de la cabeza y, por fin, en la madrugada, pude contestar algunos correos que tenía pendientes e irme en paz a la cama, después de charlar un rato con mis nuevos ejemplares de plantas, que tienen que ir acostumbrándose a su lugar.

 




*La imagen es un fotograma de "Déja vu", con su protagonista, Denzel Washington, que interpeta a un policía de New Orleans fichado por el FBI. En la imagen el policía del presente se contempla a sí mismo cuatro días antes.

7 comentarios

Luisa -

Creo que por allí arriba teneis un sol espléndido. Qué envidia. Tu plan estuvo muy bien. Mi jardinería estuvo muy limitada debido a este tiempo asquerosito que tenemos en el valle.
Besos.

Antonio -

La jardinería está bien para romper la rutina y relajarse,
aunque yo, ayer, opté por una escapada a Pirenarium con Juan y ver, con Ana, la última película de Trueba.

Luisa -

Ya te entiendo, ya. Yo me perdí una escapada al sol y al mar casi por pereza.
Hoy aquí es todavía peor. La niebla es ya tan persistente que escurre. En fin.

Ybris -

Yo también escapé de esta sucia niebla-smog-polvareda-contaminación en que se ha convertido el Madrid sediento de este enero.
Me bastó dejar perderse la mirada en la distancia de las cumbres y el robledal para sentirme mejor.

Un beso.

lamima -

Tranquila, es esa melancolía maja...de la que hace sonreir suave, ya sabes

Luisa -

Yo aparte de La Regadera, voy bastante a Aznar, ya cerca de Villamayor, y también a Jara, que me gusta mucho por lo cuidado que está todo y lo ordenado y bien dispuesto para comerte por la vista. Y en Cambrils hay un Garden que me vuelve loca, porque además en el Mediterráneo todo crece como por encanto y no como aquí, que es un sinvivir.
Me da tranquilidad y calma trabajar las plantas. En la terraza se me van las horas muertas (cuando tengo tiempo, claro, premisa-premisa). Te recomiendo que le hagas de pinche a tu marido...
No quería contagiar melancolía, lo siento, reina. Aunque sí, claro, es un post meláncolico, tienes razón.
Un besote gordo.

lamima -

Ay Luisa, que cercano me sabe este post (y no solo por la cosa de que has estado en La Regadera). A mí también me encantan los viveros y me has traido a la mente un día que escapamos a uno que está en Santa Isabel donde me llené de luz, de aromas y colores en una mañana de domingo que, no recuerdo por que, andaba yo muy triste. Es algo que durante un tiempo repetimos con frecuencia, eso sí, en mi casa el "Padre Mundina" es mi marido y me tiene la terraza bien maja he de decir.
Si, los viveros tienen algo especial, hasta su nombre.
Lo que te envidio es la tarde de cine, de cine adulto me refiero. Desde que Inde me llevó a ver Volver solo he visto Eragon... bueno, no me voy a quejar cada cosa tiene su tiempo y su espacio ¿no?
Pero me has puesto melancólica: he de buscarme, pronto, un día así. Sacudenieblas completo.
Un abrazo.