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Aprendizajes

Aprendizajes

 

            El pasado miércoles asistimos Fernando Sarría y yo - y mucha otra gente, claro-  a la presentación del libro de poemas "Aprendizajes tardíos" de Fernando Aínsa, aragonés y uruguayo, residente en París por mucho tiempo. Acudimos animados por la enjundiosa trayectoria literaria de Fernando Aínsa y porque habíamos podido leer alguna cosa acerca del libro que nos había gustado mucho. Además, Manuel Vilas le había dicho a Fernando que sin duda la ocasión tendría duende. En efecto, ni la presentación, ni el autor ni los poemas defraudaron las expectativas. Fue un acto, celebrado en la Librería Cálamo, especialmente agradable y muy emotivo, en el que acompañaron a Fernando Aínsa un buen puñado de sus paisanos del pueblo turolense de Oliete (puede verse una reseña de la presentación en Borradores)

         "Aprendizajes tardíos" es un libro de poemas muy a tener en cuenta, por varias circunstancias. Una porque es el primer libro de un autor ya curtido por largo tiempo en otros géneros y escrito a una edad en la que no se espera un primer libro de poemas. Como bien insistió Manuel Vilas en la presentación: la poesía no es un género sólo de juventud. Aunque sí quizás sea un espacio siempre de descubrimiento, de indagación, añado yo ahora. En este libro, que creo especial, se piensa acerca de la enfermedad, de la muerte, pero también de la vida en un redescubrimiento de la misma en los términos clásicos del "locus amoenus", del placer de la naturaleza, de la vida retirada, del regreso al origen, de las cosas sencillas de la cotidianeidad. Espíritu de raíz virgiliana el que por muchos de los poemas de este libro campea. Y también evocación, inevitable para esta lectora, del clásico bilbilitano Marcial, cuando regresa a su tierra, después de treinta años vividos en Roma, el centro del mundo.

         Estos días he ido leyendo los poemas del libro. Son pequeñas joyas del lenguaje casi coloquial que se adelgaza en canto para hablar del padre, de la enfermedad, de los recuerdos, pero igualmente de todas aquellas cosas en que se resume finalmente la respiración más vital de la vida: una patata, las nueces, el pueblo, la manzana, el ajo, la lagartija...

         Este fin de semana he dedicado muchas horas a las plantas, pues es el tiempo de preparar la llegada de la primavera. Iba y venía entre las dalias, los rosales, los tulipanes, narcisos y fresias, las margaritas y los jazmines, entre todas las que cultivo con mucha afición y con menos tiempo del que me gustaría. Y mientras trajinaba bajo el sol de la tarde, recordaba los poemas de "Aprendizajes..." y sentía cuán cargados de razón están.

         Dejo ahora aquí uno de ellos, que creo aúna bien la doble vía del poemario: vida entre la naturaleza y tiempo de recuerdos, de hacer balance. En el libro encuentro por cada esquina de los poemas un sentimiento que cada vez me gusta más: serenidad. El poema es el primero de la serie dedicada a las nueces:




Nueces, 1


Por estas latitudes llaman al suegro, abuelo,

un modo de suavizar la aspereza del término.

Abuelo, pues, Miguel se trepaba al peral con un serrucho

y le daba duro a la anual faena.

No escatimaba ramas,

era el arte de la poda su orgullo,

y así luego la contemplaba al sesgo

mientras liaba un pitillo.


Con él planté la noguera

un primero de enero de 1981,

de la que recojo ahora sus cuantiosos frutos.


         (Vivía entonces lejos.

         Oliete era tan sólo

         pocos días de vaciones en invierno o verano

         El centro del mundo era otro)


El tiempo

         - al menos en lo que a su frondosa copa respecta-

no ha pasado en vano.



                   (Fernando Aínsa, "Aprendizajes tardíos". Renacimiento, 2007)



                   *La imagen de Oliete (Teruel) viene desde la web del Parque Cultural del Río Martín)



6 comentarios

Luisa -

Gracias a ti, Paula, por venir. La poesía de Fernando Aínsa es muy bella, muy recomendable. Un beso.

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Inma, esa serenidad que nos hace falta tantas veces. Y apreciar nuestras propias experiencis, aunque sean dolorosas, o aunque sean pequeñas. Un beso.
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Tienes, razón, Magda, el poemario recorre sentimientos y experiencias esenciales en el hombre.
Mi fin de semana fue trabajoso, pero satisfactorio. Me divierto con las plantas y me gusta cuidarlas. Xalapa debe ser un paraíso, entonces. ¡Tulipanes silvestres! Dios mío, en Zaragoza el clima es un castigo divino y las pobres plantas sobreviven milagrosamente con un montón de cuidados. Ojala pueda ir un día: por las plantas y por esa vecina xalapeña tan gentil. Gracias, Magda.

Luisa -

Es verdad, Ybris, la cosa no es tan sencilla como parece. O por lo menos, para llegar a la sencillez hay que recorrer un camino de complejidad. Los poemas de este libro son hermosos.

Magda -

El libro se ve muy interesante, Luisa, los temas que trabaja son esenciales en la vida del ser humano.

Qué lindo pasar el fin de semana entre plantas, te va a gustar Xalapa cuando vengas. ¿Sabes que a Xalapa le dicen "La ciudad de las flores" (también le dicen "La Atenas veracruzana). No te imaginas cuantas clases de orquideas hay, son incontables, y los tulipanes crecen de la nada, por donde quiera hay. A mi me gustan mucho los alcatraces.

Buen inicio de semana.

lamima -

Si, hay serenidad detrás de esas palabras, de esos recuerdos. Y sencillez.
Que bonito.

Paula -

El recuerdo del trabajo, de un instante que permanece para siempre y que da sus frutos...

Gracias por tus palabras, Luisa, por la poesía, y por tus entradas. Un placer acercarme aquí.

Ybris -

Recuerdo, sereno, ciertamente.
Engañosa sencillez de lo transparente.
Una buena elección del poema.

Besos