Daniel planta patatas
Supongo que no es muy fácil para quienes no están familiarizados con el trato de niños con discapacidades imaginar cómo es por dentro un colegio de Educación Especial. Muy posiblemente, ni siquiera los mismos profesionales de la educación en general, que comprenderán sin duda la organización básica del colegio, sabrán posiblemente, sin embargo, qué tipo de especificidades hay que desarrollar para que la vida diaria en el centro resulte normal. Salvando la distancia, es un poco el mismo camino previo que hay recorrer para que en el hogar todo acabe siendo razonablemente normal. Es una cuestión de readaptación.
Daniel acude al Colegio de Educación Especial Angel Riviere. Es un centro pequeño, con mucho sabor, muy alegre, con aulas proporcionadas al número de niños. Tiene cosas que creo mejorables, como siempre ocurre. Y no digo que no haya habido algunos problemas puntuales, pero la verdad es que cuando Daniel llegó allí, después de una experiencia bastante decepcionante en otro centro, cambiaron para él muchas cosas.
Tienen aquí muy bien establecidas las rutinas diarias, - pilar esencial para la orientación temporal y espacial de estos críos-, y en ellas se van insertando las diferentes actividades que ha de realizar cada uno diariamente, según sus edades y posibilidades. Daniel trabaja mucho con el ordenador, porque desarrolla muy buena relación con él. Aprende allí a organizar conceptos, a dar respuestas adecuadas a preguntas, a manifestar su voluntad hacia las cosas y las personas, oye música, etc. Todo ello requiere una adaptación del aparato a la motricidad de Daniel: un pulsador de palanca, un programa de voz para que él pueda escuchar las propuestas a las que debe responder, y cosas así. Trabajar en el ordenador es casi un premio para Daniel, que a veces hay que limitarle cuando no le da la gana de colaborar en otras actividades. Porque Daniel es bastante pasota para las cosas que no le hacen tilín del todo.
Muchas horas han de dedicarse a la fisioterapia, la logopedia, a la estimulación. El Colegio Angel Riviere ha montado en estos dos últimos años una magnífica aula de estimulación sensorial que para los niños es ya algo imprescindible. En ella reciben estimulación física e intelectual al tiempo que se divierten mucho.
La hora del comedor tiene sus particularidades: unos mastican, otros no. Unos pueden coger los cubiertos, muchos no. Y además, hay que aprovechar también el acto de la comida para estimular reflejos si es preciso: el de masticación, la deglución. Pero todo también se convierte en normal cuando lo vas haciendo diariamente.
Hay otras actividades que se aproximan más a las que se realizan en cualquier escuela. Hay taller de lectura, de escritura (para los que pueden, claro), se hace teatro -algunos alumnos empiezan a usar unos adaptadores de voces donde se graba lo que han de decir- y se juega, mucho, porque el juego es muy integrador y despierta la voluntad de ejercer en los niños sus pericias. Una preferencia absoluta de Daniel, pareja al ordenador, son los columpios. Daniel viviría en una montaña rusa.
La última actividad puesta en marcha es el jardín y el huerto. Se pidió colaboración de las familias que pudieran para poner en marcha esos pedazos de naturaleza dentro del colegio. Y ya van realizando los primeros trabajos. El otro día fuimos a buscar a Daniel al colegio y allí estaba con otros chicos, eligiendo y organizando unas petunias para plantar. Y en la foto que han enviado desde el centro se le puede ver en plena tarea de plantar una patata. Una actividad normal para una educación especial normal.
3 comentarios
Viagra -
Luisa -
Sí, seguro que el Dani, con lo que le gusta el ordenador, será un bloguero nato. De vez en cuando ya me ayuda a mí, ja,ja.
Besos, guapa.
ana m -
seguiremos buscando ;).
un saludo y... dentro de nada seguro q nos anuncias q dani ha abierto un blog.